La expresión "La tragedia de los comuneros" (en inglés, "Tragedy of the Commons") fue acuñada en el siglo XIX por el economista británico William Foster Lloyd para describir una situación ficticia de pastoreo excesivo en unos terrenos de pastos compartidos de la Inglaterra medieval. Se trata de una metáfora de la degradación y, en último término, agotamiento de los recursos compartidos.
El dilema que plantea se refiere a la relación entre la propia conveniencia y el libre acceso, ya que los individuos sitúan su propio interés por encima del bien común. Estamos ante un ejemplo clásico de falta de coordinación, que podría resolverse dividiendo los recursos en partes iguales, o introduciendo un sistema de cuotas que el gobierno obligara a cumplir.
Esta misma contraposición subyace a muchos de los problemas relacionados con la sostenibilidad que vivimos hoy en día. Un ejemplo reciente guarda relación con las emisiones de CO2 en el sector global del transporte marítimo. Debido al principio de libre navegación en mar abierto, las navieras han eludido las normativas que debían obligarles a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y que, según la revista The Economist, son mayores que las de toda Alemania.
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Esto cambió en abril de 2018, cuando la Organización Marítima Internacional estableció objetivos vinculantes destinados a alinear la evolución del sector con la consecución de los ambiciosos propósitos del Acuerdo de París. Entre ellos está recortar las emisiones de gases de efecto invernadero al menos un 50% para 2050 (en comparación con los niveles de 2008). La colaboración internacional ha sido clave en la resolución de este problema de coordinación.
El sector de la aviación, no incluido directamente en el acuerdo de las Naciones Unidas sobre el clima, también ha trazado planes para reducir sus emisiones. Se han marcado tres objetivos: una mejora global de la eficiencia media de uso de combustible del 2% al año hasta 2050; un crecimiento con efecto neutro sobre las emisiones de carbono a partir de 2020; y una reducción absoluta del 50% en dichas emisiones para 2050 (respecto de los niveles de 2005).
Como alternativa a la regulación, los gobiernos optan también por poner precio al carbono para atajar el problema de la coordinación, por ejemplo, mediante un sistema de permisos y límites máximos, o mediante una simple tasa. Este tipo de medidas todavía están adoptándose de forma aislada, por lo que se calcula que el 85% de las emisiones globales no se encuentran cubiertas aún por ellas.
Crecimiento demográfico masivo
Otro hecho que guarda relación con el concepto de la tragedia de los comuneros es que, según los cálculos, la población mundial podría llegar a los 10.000 millones de personas en 2050. A pesar de los continuos avances en productividad e innovación, las generaciones futuras van a tener que hacer frente a una escasez cada vez mayor de recursos, así como a los problemas derivados del cambio climático; no sólo consecuencias ambientales, también de tipo social, como es el caso de la migración climática.
Todo ello pone claramente de manifiesto la necesidad de una economía más circular, basada en unos índices mucho menores de extracción y uso de recursos naturales, en contraposición a la economía tradicional, básicamente lineal. Según la OCDE, la cantidad de materiales extraídos de fuentes naturales y consumidos en el mundo se ha duplicado desde 1980, y es diez veces superior a la de 1900. Esta tendencia puede atribuirse a la rápida industrialización de las economías emergentes y a los niveles de consumo persistentemente elevados de los países desarrollados.
Por ello, el reto para las empresas y las economías es crecer de un modo que permita el aprovechamiento de los recursos naturales de la Tierra, sin agotarlos. La circularidad puede representar un papel decisivo a la hora de contrarrestar los efectos de la actual crisis de consumo excesivo.
El sector financiero puede representar un papel esencial
En cuanto a la función que pueden desempeñar las finanzas, la inversión enfocada puede resultar decisiva para el reajuste de la distribución del capital hacia actividades sostenibles. Una aportación clave de los mercados financieros es la distribución eficiente de los recursos hacia las empresas financieramente más viables, no sólo en el presente sino, lo que es aún más importante, en el futuro.
La relevancia financiera es el punto vital de la intersección entre sostenibilidad y resultados de negocio. Más concretamente, los inversores deberían centrarse en identificar los factores intangibles más importantes (factores de sostenibilidad) que se refieren a la capacidad de las empresas de crear valor a largo plazo. Por ejemplo, reducir el consumo de energía en los procesos de producción da lugar a oportunidades importantes de recorte de gastos, y ejerce además un efecto directo sobre los resultados netos de las empresas.
Profundizando un poco más, la relevancia financiera se define como cualquier factor intangible que pueda ejercer un efecto sobre los valores de negocio fundamentales de una empresa. Se trata de competencias vitales que generan crecimiento, beneficios y eficiencia en el uso del capital y la exposición a riesgos. Así mismo, la relevancia financiera comprende otros factores de tipo ambiental, social y de gobierno corporativo, tales como la capacidad de una empresa para innovar, atraer y conservar talento, o anticiparse a los cambios en la regulación.
Todo esto reviste importancia para los inversores, ya que puede incidir muy notablemente sobre la capacidad competitiva de una empresa y sus resultados financieros a largo plazo.