Los PFAS no son un único producto químico, sino una amplia case de ellos (más de 4.700), muy utilizados en bienes de consumo y procesos industriales. Está demostrado que los dos PFAS más conocidos (los subgrupos PFOA y PFOS) ocasionan graves problemas sanitarios y suponen un riesgo de salud pública. Es por eso que muchos países han prohibido su fabricación, aunque todavía sea necesario tomar medidas para eliminar su contaminación en el suministro de agua y el suelo.
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La mayor sofisticación de los productos entraña que los residuos sean más complejos (y peligrosos)
La Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA) emitió recientemente una resolución regulatoria sobre los PFOA y PFOS, lo que supone un paso importante para establecer los niveles de concentración mínima permisibles en el suministro público de agua. En la UE y otros países del mundo se han implantado medidas similares.
Pero, además de los PFOA y PFOS, en la economía mundial se siguen fabricando y utilizando miles de PFAS distintos Los riesgos demostrados de solo unos pocos de ellos han hecho que se someta a un mayor control a todos ellos.
Dado el entorno regulatorio más estricto y la mayor sensibilización pública, se prevé una considerable expansión del mercado para subsanar y tratar la contaminación por PFAS. En marzo, la administración Biden anunció más de 100.000 millones de dólares de financiación para construir infraestructuras hídricas resilientes, lo que incluye la descontaminación y supervisión de PFAS en el suelo y los suministros de agua estadounidenses. En el futuro está previsto un crecimiento de la inversión en los campos de análisis de pruebas de detección, sistemas de filtrado, y tecnologías seguras de eliminación de residuos para servicios de suministros de aguas y gestión de residuos, así como en los sectores que utilizan y fabrican PFAS.
Todavía no tenemos un conocimiento completo de los efectos de todos los PFAS. Lo que sí está claro es que la sociedad y los productos artificiales que consume son cada vez más sofisticados. La mayor sofisticación de los productos entraña que los residuos sean cada vez más complejos (y peligrosos). En el futuro, la protección de la salud pública y los recursos naturales también exigirá un mayor capacidad y precisión de los servicios básicos, como el suministro seguro de agua o la gestión eficaz de los residuos.
La inversión en la cadena de suministro del agua debería aumentar a ritmo constante en la próxima década.
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